Epístola moral a Fabio - Andrés Fernández de Andrada
ANDRÉS FERNÁNDEZ DE ANDRADA
EPÍSTOLA MORAL A FABIO Y OTROS ESCRITOS
edición, estudio y notas
de dámaso alonso
dispuestos para la imprenta
por carlos clavería
con un estudio de
juan f. alcina y francisco rico
y bibliografía comentada
por ignacio garcía aguilar
y xavier tubau
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
MADRID
MMXIV
con el patrocinio de
SUMARIO
Presentación
IX - XII
epístola moral a fabio
1 - 15
apéndices
17
estudio y anexos
Nota editorial
39
Andrés Fernández de Andrada
y la «Epístola moral a Fabio»
41
Aparato crítico
131
Notas complementarias
139
Bibliografía
157
Índice de notas
185
Tabla
EPÍSTOLA
MORAL A FABIO
Y OTROS ESCRITOS
Los signos ? y ? remiten
respectivamente a las Notas complementarias
y a las entradas del Aparato crítico.
2 «prisiones son do el apetito muere»
es la curiosa lectura de un manuscrito.?
3 E ste primer terceto trata el tópico
general del «menosprecio de corte»,
del que podrían señalarse infinidad de
lugares más o menos parecidos. Una
fuente para estos versos se ha buscado
en Ariosto. ?
5 E l tema del varón ambicioso tiene
conceptos semejantes en dos odas y en
un soneto de Medrano. ?
6 L os seis primeros versos encuentran
un antecedente cercano en Horacio,
Epist. I, xvi, 65-68. ?
9 E l grupo de manuscritos que en el
Estudio («Historia del texto») hemos llamado
a lee «procura, en sus intentos temeroso,
/ antes estar suspenso que caído
».? Los nueve primeros versos tienen
una base próxima en la epístola
XXII de Séneca, si bien el cordobés trata
ahí de un hombre metido en negocios
y Andrada critica al todavía pretendiente.
?
12 T odo el pasaje (1-12) parece tener
una base sólida en el De tranquillitate animi,
X y XVI de Séneca. Por su parte los
versos 7-12 pueden tomarse como glosa
de la máxima senequista «calamitas
virtutis occassio est» que aparece en De
providentia, IV, 6. Lugares comunes a
«inclinará la frente / antes que la rodilla
al poderoso» hay en Medrano, Ode
XXX, y en Ariosto, Sat. III . ? [Para la serie
corazón, frente, rodilla, véase el Estudio,
pp. 114-116.]
?
EPÍSTOLA MORAL A FABIO
Fabio, las esperanzas cortesanas
prisiones son do el ambicioso muere
y donde al más activo nacen canas.
E l que no las limare o las rompiere,
5 ni el nombre de varón ha merecido,
ni subir al honor que pretendiere.
E l ánimo plebeyo y abatido,
elija, en sus intentos temeroso,
primero estar suspenso que caído;
10 que el corazón entero y generoso
al caso adverso inclinará la frente
antes que la rodilla al poderoso.
13 L os manuscritos del grupo a copian
«Más coronas, más triunfos dio al
prudente».?
15 L os versos 7-15 están unidos por el
sentido: la esperanza (del cortesano) va
siempre junta con el miedo; lo prudente
es retirarse, mejor que esperar obstinadamente.
A su vez, los versos 13-15
tienen un referente lejano en la epístola
XXII , 5 de Séneca. ?
18 D e la cuna como inicio del valle
de lágrimas también habla Medrano,
Son. L, verso 14: «Prosigo el llanto que
empecé en la cuna». Merece citarse la
disparatada lectura que de este verso
hizo Sedano (seguido por Ramón Fernández):
«desde el primer sollozo hasta
la cuna». ¡Breve tiempo!
21 E n Horacio y en Medrano se viene
a decir que el ambicioso que se quiere
meter en el mismo tráfago de los negocios
frecuentemente es arruinado por
éstos en su movimiento; y en Andrada,
que hay que dejar con indiferencia que
pasen junto a nosotros los sucesos desastrados.
Ideas semejantes hay en Séneca. ?
24 E s un lugar común que quizá venga
de Séneca, pero hay algunas semejanzas
entre este verso y otros de Herrera
y de Ercilla. ?
26 [Véase el Estudio, pp. 125-127.]
27 L a lectura «cuanto de Austria fue,
cuando regía / con su temida espada y
fuerte lanza», que no aparece en manuscrito
alguno, ocurre porque Sedano corrigió
de lamentable modo lo que no
entendía, dando al terceto un sentido
político que no es del caso. ?
4 epístola moral a fabio M ás triunfos, más coronas dio al prudente
que supo retirarse, la fortuna,
15 que al que esperó obstinada y locamente.
E sta invasión terrible e importuna
de contrarios sucesos nos espera
desde el primer sollozo de la cuna.
D ejémosla pasar como a la fiera
20 corriente del gran Betis, cuando airado
dilata hasta los montes su ribera.
A quel entre los héroes es contado
que el premio mereció, no quien le alcanza
por vanas consecuencias del estado.
25 P eculio propio es ya de la privanza
cuanto de Astrea fue, cuanto regía
con su temida espada y su balanza.
29 He puesto coma detrás de precede
porque (contra la primera impresión
del lector) es seguro que ese verbo no
lleva complemento alguno y tiene ahí
un sentido más bien latinizante (como
en praecedere dignitate). El poeta viene a
decir El oro ... del inicuo, es lo que
tiene la precedencia y así, en la corte,
supera a la virtud del honesto. No
creo que se pueda entender precede
al bueno y adelanta al bueno; semejante
redundancia es en absoluto inesperable
en autor de lengua tan medida y
exacta. ?
30 E l verbo confiar, en la acepción en
que aquí lo emplea Andrada, es normalmente
intransitivo en castellano (confiar
en algo), aunque alguna vez se encuentran
en autores clásicos usos parecidos al
comentado («confío que...», en Lope).
Tres manuscritos, con su variante, restablecen
el uso general.?
32 S evilla era entre los romanos Hispalis,
colonia Julia Romula.
33 E l sentido de agradable, apacible,
suave, etc., que humano tiene,
se refiere ordinariamente a personas;
el poeta lo amplía al clima. Pero es probable
que pensara tanto en las condiciones
físicas como en el ambiente
moral.
36 E n los versos 31-36 hay un influjo
considerable de Horacio, cuyo Carm.
II , vi, 21-24, ya había dejado huella en
Medrano, Odes XXXI. ?
38 pece: no infrecuente en poesía del
xvi, se encuentra también en Medrano,
Son. XLI V, verso 12.
39 E l pavón era el ave de Juno. Por lo
que toca a la mención conjunta del pavón
y el pece raro, compárese con Horacio,
Sat. I, 11, 115-116, y Séneca, Epist.
CXIX, 12. ?
41 Una fuente en sendas odas de Ho-
versos 13-42 5
E l oro, la maldad, la tiranía
del inicuo, precede, y pasa al bueno:
30 ¿qué espera la virtud o qué confía?
Ven y reposa en el materno seno
de la antigua Romúlea, cuyo clima
te será más humano y más sereno;
adonde, por lo menos, cuando oprima
35 nuestro cuerpo la tierra, dirá alguno
«¡Blanda le sea!», al derramarla encima;
donde no dejarás la mesa ayuno,
cuando en ella te falte el pece raro
o cuando su pavón nos niegue Juno.
40 B usca, pues, el sosiego dulce y caro,
como en la oscura noche del Egeo
busca el piloto el eminente faro;
1 M odernizo la ortografía excepto cuando
implica posible diferencia fonética.
2 D elante de este verso hay uno tachado
que dice «asiste, asiste, Clori».
??
APÉNDICES
I
OTRO POEMA DE FERNÁNDE Z DE ANDRADA :
«SIL VA A LA TOMA DE LARAC HE»
Es muy importante lo que conocemos poco, pero seguro de la
amistad que unió a Fernández de Andrada con Francisco de Rioja.
Precisamente, entre los papeles de éste, se nos ha conservado la
única otra muestra que, además de la Epístola, nos queda de la actividad
poética de Fernández de Andrada. Esa otra muestra está entre
los papeles del manuscrito 3888 de la Biblioteca Nacional, que
contiene la colección de poesías de Rioja, fechada en 1614. Es sólo
un fragmento. El título, muy explicativo, nos da una clara idea de
cuál era el contenido de todo el poema. He aquí el fragmento:1
La entrega de Larache al Re[y] Nuestro Señor don Phelippe III.
La muerte del Rey de Francia Enrique [IV ].
La expulsión de los moriscos de estos Reinos de España.
Por Andrés Fernández de Andrada.
silva
que hoy ves en tus castillos y riberas,2
ni el oprimir tus olas
las naves y galeras españolas,
y por el precio vil el Africano
entregar el imperio
del soberbio oceano
a estraña religión, a estraña gente,
no con pavor detenga tu corriente.
L uco, famoso río,
prevén un nuevo espanto,
prevén admiración a un caso mío.
18 apéndice i Bien sé toda la historia;
no me relates el antiguo llanto,
ni aquel oscuro día
en que perdió su príncipe y su gloria
la ilustre Lusitania,
ni me digas que mire a Mauritania,
que ya venció, vendida
por una avara mano fementida;
oye mayor suceso, escucha el cuento
desigual al humano pensamiento.
L utetia, tú que con dolor sospiras,
suelto el cabello y sin la antigua pompa,
¿por qué te maravillas
que cuando se enlazaba las hebillas
del grabado y luciente coselete,
y cuando ya el penacho en el almete
lozano ventilaba,
y agudos filos a su espada daba
ese tu rey guerrero,
amenazando a España,
a Italia y a Alemaña,
una plebeya mano y un cuchillo
quitase a las falanges su caudillo,
apagase la antorcha, el triste fuego
que había de abrasar nuestro sosiego?
E nrico yace muerto
Por desgracia, se trata de un fragmento sin principio y sin final. De
los tres temas anunciados en el título, es en medio del primero (la
entrega de Larache) donde comienza el fragmento; y termina cuando
aún faltaban versos del segundo tema (asesinato de Enrique IV).
Es curioso que en un poema serio, como éste (muy distinto
de la habitual sátira política), se hable, sin rebozo, del carácter de
compra, y no de victoria guerrera, que tuvo la adquisición de Larache
por España:
por el precio vil el Africano
entregar el imperio
3 P ara la importancia naval de la posesión
de Larache, véase el soneto de
Góngora «La fuerza que infestando las
ajenas» (Obras completas, núm. 316) y el
correspondiente comentario de Salcedo
Coronel, Segundo tomo de las obras de
Góngora, 178-185.
4 «De la toma de Larache» es el título
en el manuscrito Chacón; en la edición
de Hoces también se lee «A la toma de
Larache, Plaça fuerte de África», pero, a
continuación, «que se entregó por trato
con Mulei Jeque, rey de Fez». Salcedo
Coronel, en el Segundo tomo de las obras
de Góngora, 6, la llama «memorable entrega
».
silva a la toma de larache 19
del soberbio oceano3
a estraña religión, a estraña gente
E insiste aún:
ni me digas que mire a Mauritania,
que ya venció, vendida
por una avara mano fementida
En el título del fragmento se dice «la entrega de Larache». En Madrid,
en cambio, la adulación cortesana cantó «la toma de Larache».
Así, Góngora, en su famosa Oda (Obras completas, núm. 396).4 Claro
que ni el más adulador cortesano podría convertir en hazaña
guerrera lo que fue trato; y en la misma canción de Góngora se ve
bien patente: España eleva al cielo sus oraciones de gracias,
a la alta de Dios, sí, no a la de un moro
bárbara majestad, reconocida
(vv. 38-39)
Y más adelante le dice el poeta a Felipe III :
si a las armas no, si no al funesto
son de las trompas (que no aguardó a esto),
Abila su coluna
a vuestros pies rindió, a vuestra fortuna
(vv. 74-77)
El tono de áulica lisonja es, sin embargo, evidente; y más aún en
un soneto que Góngora dedicó también al tema de Larache (Obras
completas, núm. 316). Pero en el otro plano de su poesía, en el picaresco,
tenemos dos décimas, y en ellas no deja de señalar maliciosamente
que no hubo tal conquista, sino mera compra: el marqués
40 estudio
so que se dan por entero en las notas complementarias; las contadas
veces en que figuran entre corchetes, remiten al ensayo de
Juan F. Alcina y Francisco Rico que figura a continuación del estudio
de don Dámaso.
Las variantes se consignan aquí con la disposición característica
del aparato positivo y seguidas, en su caso, de los comentarios que
don Dámaso les dedicó ora en sus anotaciones, ora en el estudio y
clasificación de los manuscritos. Tanto en las notas a pie de página
como en las complementarias, un cuadradito volado [?] debe entenderse
como aviso de que en el aparato crítico del verso señalado
se hallarán más indicaciones textuales al respecto.
Las referencias bibliográficas se han uniformado respecto a los
otros volúmenes de la colección, y la lista final reúne los títulos citados
tanto en el cuerpo del volumen como en los materiales que
lo complementan.
Únicamente me queda, en nombre del editor y del director
de la serie, agradecer de todo corazón a doña Eulalia Galvarriato de
Alonso la generosa autorización que nos ha concedido para difundir
el magistral trabajo de don Dámaso en una versión ajustada a las
normas de la Biblioteca Clásica. En el mío propio, añadiré sólo que
todo mi quehacer ha estado inspirado por el deseo de contribuir a
una más amplia circulación de la obra de nuestro llorado maestro,
y que confío en que esa intención haga disculpar los posibles errores
que se me hayan escapado.
carlos clavería
Abril de 2014
Esta nueva edición incluye una bibliografía actualizada y comentada
de los trabajos publicados sobre el poema y su autor desde 1978
hasta la fecha.
xavier tubau e ignacio garcía aguilar
Abril de 2014
??
ANDRÉS FERNÁNDEZ DE ANDRADA
Y la «EPÍSTOLA MORAL A FABIO»
1. AUTOR Y FECHA
Atribuciones
No voy a emplear mucho tiempo en discutir las varias autorías que
durante los siglos xviii y xix se atribuyeron a la Epístola moral a
Fabio. Todas ellas carecen, en realidad, de importancia hasta el sensacional
hallazgo de don Adolfo de Castro en el año 1875.? En ese
año empezamos a empalmar con atribuciones mucho más importantes
y autorizadas: las que figuran en manuscritos del siglo xvi.?
Resultan de ellos las siguientes atribuciones:
1. A Andrés (Fernández) de Andrada, en cinco manuscritos (de
nueve que indican nombre de autor, o mejor dicho, de ocho, pues
la atribución a Rioja en M5 es de fecha modernísima); estos cinco
manuscritos son M1, M4, Ch, G y S. No creo que se pueda discutir
que todos estos manuscritos designan como autor a un solo
personaje, el «capitán Andrés Fernández de Andrada», llamado así
sólo en el S, pues el nombre aparece variado en los otros cuatro
manuscritos que entran ahora en cuenta: en el G se le llama «Andrés
F[ernánde]z [?] de Andrade»; sin duda por mala lectura de una
abreviatura como la de G, aparece en M1 la forma «Andrés Sánchez
de Andrada»; finalmente, con omisión del primer apellido,
nos dan M4 y Ch «Andrés de Andrada». De estas variantes, unas
son de tipo habitual aun en las mismas costumbres notariales del
siglo xvii.? Otra (Sánchez por Fernández) es error, como hemos
visto, fácilmente explicable.
2. A Bartolomé Leonardo de Argensola, en tres manuscritos, el
M2, el M3 y el B.
? S e trata del manuscrito S, cuyo epígrafe, como se verá, es fundamental para
adjudicar un autor a la Epístola.
? M ás detalles sobre los manuscritos se encontrarán en el capítulo dedicado a
la historia del texto (véanse pp. 92-93).
? A l «Andrés Fernández de Andrada» de las Actas del Cabildo de Méjico se le
llama en ellas varias veces así; otras, «Andrés de Andrada»; otra, «Andrés Fernández
de Andrade» (véase Alonso 1960:230, n. 6). Son variaciones y errores parecidos a
los de los manuscritos M4, Ch y G.
42 estudio 3. A Lupercio Leonardo de Argensola, sólo una atribución, la
de la copia fragmentaria contenida en H.
4. A don Francisco de Medrano, sólo una atribución, la de una
nota marginal de M3.
En resumen, de los catorce manuscritos que hoy conocemos
de la Epístola (cuatro de los cuales o mejor, cinco, si tenemos en
cuenta lo dicho sobre M5 no designan autor), cinco la atribuyen a
Andrada. Tal coincidencia, y la inanidad de las otras atribuciones
antiguas Bartolomé, Lupercio y Medrano, bastarían, creo, para
tener por seguro que el autor de la Epístola moral fue el capitán
Andrés Fernández de Andrada. Era éste un poeta (pronto vamos a
estudiar otro testimonio de su actividad como tal y una deliciosa
carta noticiera suya), pero un poeta muy poco conocido, lo cual
como veremos refuerza todavía más su autoría, y explica las pequeñas
variantes con que en algún manuscrito aparece su nombre.
Es curioso, y le hace a uno ver cuán poco sólidos son los estribos
del criterio humano, lo que ocurre con Andrés Fernández
de Andrada. A la gente no le cabe en la cabeza que un poeta casi
desconocido escriba una obra maestra. Nada menos que cuatro
manuscritos del siglo xvii y uno del xviii titulan a Andrada autor
de la Epístola moral. ¡Pero las historias de la literatura están llenas
de obras que todo el mundo considera de un determinado autor
en virtud de un solo testimonio! Las historias de la literatura,
las de tragaderas más anchas, al llegar al caso de Fernández de Andrada
meditan y no se deciden.
Esos cinco manuscritos que declaran autor a Andrada pertenecen
a las dos ramas conocidas de la tradición de la Epístola. Una de
dos: o bien la atribución a Andrada es troncal, es decir, estaba en
el original de la obra antes de la ramificación; o si no, se ha producido
independientemente en textos distintos, es decir, que se ha
producido espontáneamente, en varios puntos o momentos muy
separados ya por la ramificación. Si se admite lo primero, el nombre
del oscuro poeta figuró ya en el original, o en sus inmediatas
consecuencias, antes de ramificarse: la atribución entonces resulta
prácticamente segura. Si se admite lo segundo, es que ha habido
una serie de aficionados que, independientemente, han tenido
cada uno sus razones especiales para atribuir esta obra maestra
a ese Andrada, poeta oscurísimo. Y, admítase una u otra de estas
posibilidades, no se olvide que la Epístola moral aparece ya en el
manuscrito del portugués Méndez de Britto, que estaba copiado
autor y fecha 43
en febrero de 1623, y que en ese manuscrito figura como obra de
«Andrés de Andrada».
Es posible que haya todavía gentes reacias. Piénsese solamente
en esto: en el siglo xvii un aficionado que copiaba una poesía
sin nombre de autor, solía husmear el estilo, y se la atribuía
¿a quién? Indefectiblemente a un Lope, un Góngora, un Quevedo,
a uno de los Argensola, o todo lo más a un poeta activo de segunda
fila (un Martín de la Plaza, un Tejada
); a un autor, en fin,
bien acreditado y de estilo conocido. Pero ¿a quién se le iba a ocurrir
achacar la Epístola a un oscuro Fernández de Andrada, del que,
aparte esa obra, sólo ha llegado hasta nosotros, en el siglo xx, un
trozo de otra composición y una salada carta familiar; a un escritor
del que la vida literaria se diría haberlo ignorado todo (aunque ya
veremos que esto no es completamente exacto)? ¿O en qué razones
estilísticas se iba a basar tal atribución? Entre los poseedores de
cuadros, ¿quién no ha conocido alguno que asegure que tal lienzo
es un Greco o un Goya, aunque los peritos se sonrían?; es el natural
deseo de enriquecer la colección propia. Lo mismo hacían los
coleccionistas de poesía manuscrita, en el siglo xvii. Las falsas atribuciones
a Góngora, por ejemplo, son legión. Pero ¿quién podría
pensar en enriquecer su manuscrito de la Epístola con achacársela
a Andrés Fernández de Andrada?
Fecha
Cinco atribuciones de una misma poesía a un autor famoso serían
para muy tenidas en cuenta. Cinco atribuciones antiguas de la
Epístola al desconocido Andrada hacen para mí dentro de la limitación
de nuestro criterio humano una prueba completa.
De Andrés Fernández de Andrada sabíamos, ante todo, lo que
nos dice la rúbrica de la Epístola en el manuscrito S, publicado por
Castro en 1875: que era capitán. Que era sevillano o, por lo menos,
residía en Sevilla, lo viene a decir él mismo en la Epístola; que
era amigo de don Alonso Tello de Guzmán, futuro corregidor de
México, también nos lo dice S. Acerca de este otro personaje, el
Fabio de la Epístola, encontramos muchas novedades que publicamos
en otro libro (Alonso 1960:103-238 y 1974:515-699); pero
algunas de estas noticias, resumidas, nos serán indispensables ahora.
Por el manuscrito S sabemos que Andrés Fernández de Andra-
56 estudio nas tierras, los dos movidos por la ambición y el deseo de riqueza.
Que así fue en el caso de don Alonso, no ofrece la menor duda.
Pero ¿no estaremos levantando un juicio temerario en el caso de
Andrés? ¿No será, quizá, la Epístola una especie de testamento con
relación a una vida que estaba decidido a dejar con un propósito
firme de poner en práctica las máximas que predicaba?
Quiero, Fabio, seguir a quien me llama,
y callado pasar entre la gente,
que no afecto los nombres ni la fama. (vv. 115-117)
¿Y qué manera mejor de pasar callado, de demostrar que no apetecía
los nombres ni la fama, que irse en pos del amigo brillante, del
amigo que no seguía sus consejos, a vivir lejos de todo lo demás,
lejos de la literatura y de sus vanos y engañosos atractivos, a vivir
en puestos humildes, en tierras desconocidas y ajenas?
Estoy construyendo ahora una teoría en la que nadie creerá, en
la que ni aun yo mismo creo, pero hay que inventar algo, hay que
construir un artilugio cualquiera para no vernos obligados a confesar
que la Epístola moral fue, por lo que toca a sus dos protagonistas
(autor y amigo), un completo fracaso. Allí se proclamaba el sosiego
y la permanencia en la tierra natal: los dos buscaron la aventura
y la mayor lejanía. Allí se execraba la afanosa persecución del oro:
los dos peregrinaron en busca de riqueza. Allí se abominaba del
afán de cargos y nombradía: los dos obtuvieron oficios y pusieron
de su parte todo lo posible por obtenerlos: de don Alonso no nos
cabe duda, de Andrés lo suponemos
Nos queda ahí, en el poema, un maravilloso testimonio de lo
que en un momento dado sentía el alma de Andrés. Qué pasó por
ella, qué imágenes interiores, ánimo y desánimo, alegría y tristeza,
pasaron por su alma en la larga sucesión de años que había de
vivir desde antes de 1612, o 1612, en que escribió la Epístola, y el
de 1648. En la Epístola no se habla de amor: ¿quién era esa doña
Antonia de Velasco con la que, por lo menos desde 1629, estaba
casado? ¿Cuál su vida matrimonial? ¿La hacienda que poseía?
En 1649 el tiempo se había muerto ya en sus brazos. Fue enterrado
de limosna. Su deseo se vio cumplido: «¡Oh muerte!, ven
callada / como sueles venir en la saeta» (vv. 182-183).
Nos queda la Epístola moral. Si quizá fue un fracaso por lo que
toca a la vida de su autor y seguramente a la de su amigo Fabio, ha
contenido y articulación 57
sido después un hermoso éxito porque desde los mismos años inmediatos
a su redacción ha dejado una huella en la personalidad
moral de muchos españoles. Lo prueba la abundancia de manuscritos
en que se copia, las ediciones de ella a partir del siglo xviii
y la honda resonancia que deja en nuestra alma cada vez que de
nuevo la leemos.
Nunca quizá más necesaria su lectura que en este siglo xx, hostil
como ninguno, en que hemos tenido la desgracia de vivir. Hoy
como nunca es la apetencia de la riqueza y el placer lo que agita
a una humanidad idiotamente alocada. Qué sensación de reposo
sumergirnos en los tercetos de la Epístola Moral, sentirnos aislados
de tanta miseria como nos rodea, tenerlos como compañeros de
un alto fin inasequible mientras vivimos,
antes que el tiempo muera en nuestros brazos.
2. CONTENIDO Y ARTIC ULACI ÓN
Ojeada inicial
La Epístola moral a Fabio consta de sesenta y siete tercetos, y, según
costumbre que evita el rompimiento final de la cadena de rimas,
éstas rematan en un cuarteto; es decir, la rima que queda iniciada
en el verso segundo de cada terceto, esta vez, al final del poema,
concuerda con la de un verso añadido, que convierte la estrofa
final en cuarteto. Son, pues, doscientos cinco versos los que
forman la Epístola. Todo su contenido puede descomponerse así:
Una primera parte de 114 versos.
Una segunda parte de 72 versos.
Una reconsideración de 15 versos.
Un final de 4 versos.
Es curioso que el nombre de Fabio, del amigo a quien la Epístola
va dirigida, figure cuatro veces, en vocativo las cuatro (la última
no con el nombre propio, sino en la forma de «dulce amigo»),
y que estos cuatro vocativos aparezcan, exactamente, en los cuatro
puntos que razones de carácter interno me han llevado a considerar
coyunturales en la estructura del poema, al comienzo de
58 estudio las dos porciones del mismo que llamo «partes» y de las que titulo
«Reconsideración» y «Final»:
En la «primera parte» (vv. 1-114) todo son argumentos para
mover a Fabio a cambiar de vida.
En la «segunda parte» (vv. 115-186) el poeta expone su programa
para conseguir la virtud.
En la «reconsideración» (vv. 187-201) el poeta vuelve los ojos
a su programa, y comunica a su amigo que es posible cumplirlo.
En el «final» (vv. 202-205) afirma que lo está cumpliendo ya,
e invita a su amigo a venir a presenciarlo.
Estas denominaciones: «primera parte», «segunda parte», «reconsideración
», «final», son cosa exclusivamente mía, aunque estas
cuatro divisiones pueden parecer originalmente refrendadas
por el vocativo que encabeza cada una de ellas. En realidad estas
cuatro divisiones me resultaron de un mero estudio del contenido;
sólo después vi con curiosidad que todas ellas y sólo ellas contienen
en su comienzo tres veces el vocativo «Fabio» y la última el
vocativo «dulce amigo». Conservo para mayor claridad estas cuatro
denominaciones en lo que sigue.
El poema arranca de un hecho concreto: Fabio malgasta el tiempo
siguiendo las pretensiones de la corte. La literatura española del
siglo xvii está llena de figuras de pretendientes: la mayor parte
de las veces han venido de una provincia para intentar obtener un
cargo. Muchos forman parte del acompañamiento diario del privado
siempre que se traslada de su casa a palacio. Fabio es uno de
esos pretendientes que pasaban a veces muchos años sin obtener
nada: siete fue pretendiente Góngora, para recibir sólo unas migajas
y volver derrotado a morir a su tierra. El poeta de la Epístola
desea que Fabio sea valiente y decidido: es mejor romper de una
vez, dejar la pretensión:
E l ánimo plebeyo y abatido
elija, en sus intentos temeroso,
primero estar suspenso que caído;
que el corazón entero y generoso
al caso adverso inclinará la frente
antes que la rodilla al poderoso. (vv. 7-12)
contenido y articulación 59
Dejar la pretensión, fracasar, será sólo uno de los sucesos desgraciados
que nos esperan en la vida. Hay que verlos pasar como a un
gran río en crecida amenazadora:
D ejémosla pasar como a la fiera
corriente del gran Betis, cuando airado
dilata hasta los montes su ribera. (vv. 19-21)
¿Volver derrotado? ¿Qué importa? El héroe es quien merece el
premio, no quien lo obtiene por favor:
A quel entre los héroes es contado
que el premio mereció, no quien le alcanza
por vanas consecuencias del estado. (vv. 22-24)
El poder absoluto de los favoritos suele elegir a los malvados. ¿Qué
podrá esperar el honesto?
Y a continuación, el poeta, siempre dirigiéndose a Fabio, le
exhorta a regresar a su ciudad natal, a Sevilla: el clima, los amigos,
le serán más gratos; no le faltará lo indispensable para vivir;
su vida será sosegada. Mucho mejor vivir en el propio nido, y no
como ruiseñor enjaulado, al capricho del poderoso, atisbando si
está contento o no:
M ás quiere el ruiseñor su pobre nido
de pluma y leves pajas, más sus quejas
en el bosque repuesto y escondido,
que agradar lisonjero las orejas
de algún príncipe insigne, aprisionado
en el metal de las doradas rejas.
T riste de aquel que vive destinado
a esa antigua colonia de los vicios,
augur de los semblantes del privado. (vv. 46-54)
Y glosando pensamientos de filósofos antiguos, aconseja a su amigo
que se atenga al momento presente, sin estar temiendo o deseando
lo del día de mañana. ¿Por qué inquietarnos por lo pasajero?
Todo pasa; los imperios, como nuestra vida. Mientras vivimos,
lo que hacemos, en realidad, es irnos muriendo, día a día:
APARATO CR ÍTICO
Con la abreviatura mss. señalamos que la lectura crítica es la de todos los
manuscritos salvo los que transmiten las variantes que se indican.
Las letras griegas designan las familias y subgrupos
de manuscritos que se indican a continuación:
a M3, M4, P, M2, Ch y B
ß G, T, M1, M5, H, C1 y C2
? C1 y C2
d M2, Ch y B
2 ambicioso muere mss. apetito
muere P [Esta variante de P es más sutil:
el apetito del cortesano muere, sin
haber sido nunca satisfecho, cuando el
cortesano mismo muere en la prisión de
por vida, que le han labrado sus propias
esperanzas. Pero, por otro lado, «el
apetito muere» resulta anfibológico: de
primera intención, lo que el lector entendería
era que el apetito se extinguía
o cesaba en esas prisiones, cosa muy
distinta del sentido que suponemos original.
3 donde mss. adonde S [Sedano
imprimió «astuto» (en vez de «activo»,
que es lo que dicen todos los manuscritos
que hoy conocemos). Es probable
que el manuscrito que usara dijera «activo
» (quizá con la grafía «actibo», como
leen los mss. M1, M5, C1). Cualquiera
de los accidentes conocidos, mala letra,
o borrosa, o agujero de polilla, pudo ser
la causa de la lectura errónea, que se encuentra
repetida una y otra vez en muchas
impresiones del siglo xix y hasta
en Menéndez y Pelayo (1908). Sin embargo,
«activo» está ya en Estala (1797)
así como en Castro (1875), que copia el
ms. S, y en Campillo (1885:II , 334).
Obsérvese que activo va perfectamente
con el sentido del terceto, que corresponde
a una realidad de la vida española
del siglo xvii, bien conocida por las
muchas veces que se la describe en la literatura
de entonces.
4 [Sedano imprimió «Y el que» en lugar
de «El que». Esta versión, sin base en
los manuscritos antiguos, se transmitió
por el tomo III de la colección de Estala
y tiene descendencia en el siglo xix
(Quintana, 1807; Campillo, 1885; etc.).
Sin embargo ya la versión sin «Y» se
había impreso en Estala (1797) y había
sido confirmada por Castro (1875).
5 ha merecido mss. ha pretendido
M1 [«ha pretendido» es un error.
6 ni subir mss. ni llegar S [Castro
(1875:45-46) defiende la lectura de S
contra la general. Dice: «llegar a un honor
es porque se ha subido en dignidad
o categoría». No tiene en absoluto razón:
honor vale ahí lo mismo que empleo,
puesto, cargo o dignidad, sentido
tan del lenguaje común, que está
aún en el diccionario académico, en la
edición de 1970, acepción 5.
8 elija ß S procura a
9 primero estar ß S antes estar a ¶
que caído mss. que quejoso C2 [La
lectura de C2 es un error.
10 corazón entero mss. corazón altivo
?
13 M ás triunfos, más coronas ß S
Más coronas, más triunfos a ¶ al prudente
mss. el prudente ? [La lectura
de ? es un error.
14 retirarse la mss. retirarse a la Ch
M2 [«retirarse a la» es un error.
16 e importuna mss. y importuna
Ch M4 [Sedano, seguido por Esta-
???
???
Notas complementarias
El número inicial de cada entrada remiten
al número de verso y su nota al pie correspondiente.
3 M enéndez Pelayo (véase Artigas 1925:270-274) señaló como fuente
unos versos de Ariosto, Sat. IV. En realidad, pertenecen a la Sat. III,
vv. 28-31: «so ben che dal parer dei più mi tolgo / che l stare in corte
stimano grandezza, / io pel contrario a servitù rivolgo. / Stiaci volentier
dunque chi lapprezza». El fragmento de Ariosto no contiene ninguna
troquelación idiomática semejante a estos versos de la Epístola. Compárese
la Ode XXX de Medrano o la carta en tercetos de Bartolomé L. de
Argensola a don Francisco de Eraso (escrita, según Blecua, hacia 1603-
1604; véase Argensola, Rimas, 560). Es muy difícil en temas tan universalmente
tratados señalar los influjos directos. Más adelante mostramos
algún parecido algo más especial con pasajes de la mencionada Sat. III de
Ariosto y con la Ode XXX de Medrano, pero son siempre indicios muy
débiles. Las fuentes señaladas en estas notas como aducidas por Menéndez
y Pelayo, proceden del artículo de Artigas [1925].
5 Medrano, Ode XVIII, vv. 64-66: «si bien somos varones, / de la torpe
avaricia / las letras no se aprendan»; Son. XXIV, v. 12: «sufre y osa varón,
corazón mío»; Ode XXXIII, vv. 52-54: «¿Y Julio tuvo en precio / de
un breve cetro la ambición medrosa? / ¿Y era varón?». Obsérvese en este
último ejemplo la contraposición entre ambición y ánimo varonil; es
la misma de la Epístola (vv. 2 y 5, respectivamente). Se trata del varón estoico;
los antecedentes son muchos.
6 E . Tomé [1924] señala un pasaje de Horacio «que recuerda bastante
dice Tomé estos dos primeros tercetos: qui cupiet, metuet quoque,
porro / qui metuens vivet, liber mihi non erit unquam. / Perdidit arma,
locum virtutis deseruit, qui / semper in augenda festinat et obruitur re,
Epist., I, xvi, 65-68. En realidad, si se agrega a los dos primeros tercetos,
únicos comparados por Tomé, el siguiente terceto, sí que hay algún parecido
conceptual, sin que se pueda considerar «fuente» porque nada en la
expresión lo justifica; es una comparación muchas veces repetida: el hombre
como prisionero o esclavo de sus pasiones. Véase la nota siguiente.
9 Séneca, Epist. XXII, 3: «Sed idem illud existimo, leni eundum via,
ut quod male implicuisti, solvas potius quam abrumpas, dummodo si
alia solvendi ratio non erit, vel abrumpas. Nemo tam timidus est, ut malit
semper pendere quam semel cadere». Séneca se dirige a persona metida
en negocios y Andrada a un pretendiente. Menosprecia Andrada el
modo de obrar del ánimo temeroso, que cree mejor «estar suspenso que
caído»; y Séneca niega que nadie, razonablemente, pueda ser tan tímido
que lo prefiera («Nemo tam timidus est, ut malit semper pendere quam
140 notas complementarias semel cadere»). La proximidad en un mismo texto de uno y de otro escritor,
de estas coincidencias de significante, junto a la identidad fundamental
del significado, nos obliga a considerar el pasaje de Séneca fuente
directa del de Andrada. En otras ocasiones expresa Séneca imágenes
muy parecidas. Epist. XIX, 6: «In eam demissus es vitam, quae numquam
tibi terminum miseriarum ac servitutis ipsa factura sit. Subduc cervicem
iugo tritam: semel illam incidi quam sem per premi satius est». Compárese
también el soneto XLV de Medrano, donde hay pensamientos bastante
próximos, especialmente en los versos 6-7: «¿Aguardaré? La muerte
antes que el tedio / de una esperanza». El pasaje de la epístola XXII,
de Séneca, que menciono en esta nota, había sido ya citado como fuente
por Clifton C. Cherpack [1953:157-159].
12 Medrano, Ode XXX, vv. 21-26: «A la mentira siga / del privado
soberbio /
/ dóblele agradecido / una y otra rodilla». También en
Ariosto, Sat. III, vv. 20-22: «la pazzia non avrei
/
dir procacciando
a cui / scoprirmi il capo e piegar le ginocchie». Compárese más arriba,
nota 3. Guillermo Díaz-Plaja [1937:213] ha comparado este pasaje
inicial (vv. 1-12) con Séneca, De tranquillitate animi, X y XVI. Según
E. Tomé [1924:94], Cañete opinaba que «estos versos (7-12) pueden considerarse
una magnífica glosa de una máxima de Séneca, calamitas virtutis
o[c]cas(s)io est». Esa máxima (que está en De providentia, IV, 6) no la
compara Cañete con estos dos tercetos, como afirma Tomé, sino que,
hablando de Rioja, opinaba que éste «toma por asunto primordial de sus
composiciones, glosar esta máxima de su predilecto Séneca». Cañete se
refería, pues, a todas las composiciones de Rioja (entre las cuales incluía,
claro está, la Epístola). La afirmación de Cañete, enunciada como lo hace
Tomé, era inexacta. Los pasajes de Séneca que citamos poco antes en estas
notas tienen relación mucho más próxima; aunque, dada la cohesión
del pensamiento senequista, la mencionada máxima pueda también compararse
con la primera parte de la Epístola, en especial los versos 1-30.
Hermosilla [1826:II, 95-96], hablando de las imágenes, alaba el terceto
correspondiente
a los versos 10-12 en los siguientes términos: «Los verbos
metafísicos convendrá evitarlos en verso cuanto se pueda, y expresar
las operaciones interiores del ánimo, con palabras que representen acciones
exteriores y visibles. Así, aunque en prosa se diga muy bien el varón
justo quiere más sufrir los infortunios que adular a los poderosos, un poeta
hará visibles, por decirlo así, las acciones invisibles de sufrir y adular diciendo:
el corazón entero y generoso / al caso adverso inclinará la frente
/ antes que la rodilla al poderoso». Esta observación de Hermosilla ha gustado
a la crítica: Gil y Zárate [1842:91] la copia, en parte al pie de la letra;
E. Tomé [1924:94] también. Ninguno de los dos menciona a Hermosilla.
15 P ensamientos no lejanos (esperanza unida a temor) hay en muchos
lugares de Séneca, como en la Epist. V (que Andrada conocía muy bien;
véase más abajo, vv. 154 y ss.). Epist. V, 7-8: «Desines, inquit [Hecaton],
versos 12-24 141
timere, si sperare desieris
Spem metus sequitur. Nec miror ista sic ire;
utrumque pendentis animi est, utrumque futuri exspectatione solliciti
». Esa misma coexistencia de la esperanza y el miedo está en estos versos
7-15 de Andrada. También en Boscán, en la Epístola a don Diego de
Mendoza (vv. 175-177); allí dice, alabándose de su sosegado retiro: «Así
que yo ni quiero ya ni puedo / tratar sino de vida descansada, / sin colgar
de esperanza ni de miedo». Los versos 13-15 tienen un vago parecido en
Séneca, Epist. XXII, 5: «Epicuri epistulam
lege, Idomeneo quae inscribitur,
quem rogat, ut quantum potest fugiat et properet, antequam aliqua
vis maior interveniat et auferat libertatem recedendi». Y en la misma
epístola, § 8, aconseja que el varón justo y prudente «cuam viderit gravia,
in quibus volutatur, incerta, ancipitia, referet pedem, non vertet terga,
sed sensim recedet in tutum». Hay que tener en cuenta, para valorar
justamente estas semejanzas, que, como hemos dicho en la nota a los versos
1-9, un pasaje de esa epístola XXII influye sobre ellos de modo evidente.
Séneca habla siempre a un hombre ocupado en negocios y Andrada
a un pretendiente. Compárese también Medrano, Son. XLV, v. 12:
«Quien aguarda a mañana, malprudente
».
21 Medrano, Son. XX, vv. 9-10: «cuando Guadalquivir con avenida /
soberbia hinchado sobre sus riberas». Más distante, en cuanto a la expresión,
hay que mencionar también este pasaje del mismo Medrano, Son.
XXVII, vv. 9-11: «
suele arrebatado / Guadalquivir de súbita avenida /
llevarse a quien lo bebe maltemplado». Es probable que el final de ese soneto
de Medrano, y también su directa fuente horaciana (Sat. I, 1, vv. 56-
60), hayan tenido algo que ver en el proceso creativo de estos versos 19-
21 de la Epístola. En Séneca, Epist. XXIII, 7-8, se habla de aquellos que
se van metiendo de un asunto en otro, o, mejor, se van dejando llevar al
acaso, y se los compara con lo que arrastra un río. Es posible también que
de las muchas comparaciones que hay en Séneca, entre la vida, o sus accidentes,
y los ríos, hubiera dejado en Andrada huella esta de Epist. IV, 5
(hablando de que no se debe tener miedo a la pérdida de la vida): «quam
multi sic complectuntur et tenent, quomodo qui aqua torrente rapiuntur,
spinas et aspera. Plerique inter mortis metum et vitae tormenta miseri
fluctuantur». Hay que tener en cuenta que poseemos otros indicios,
más fuertes que éste, de que Andrada conocía bien esa epístola IV a Lucilio
(véase la nota al verso 198).
24 T omé [1924:96-97] cita aquí un par de troquelaciones del mismo
pensamiento, que es, en realidad, frecuente lugar común: «Que sólo es
vuestro aquello / que por virtud pudisteis merecello» (Herrera, canción
III, vv. 77-78); «Que las honras consisten no en tenellas / sino en haber
sabido merecellas» (Ercilla, Araucana, XXXVII, 72). Aunque el argumento
es distinto (Séneca quiere demostrar la conveniencia de que los hombres
sean probados por la desgracia o por los peligros), compárese: «Descendisti
ad Olympia, sed nemo praeter te: coronam habes; victoriam non
???
Índice de NOTAS
afectar, 117
Aldana, Francisco de, 205
Epístola a Arias Montano sobre la
contemplación de Dios, 105, 192,
198, 205
Octavas sobre el bien de la vida
retirada, 205
alma, 114
amistad, 132
anfibología, 51
ángulo, 127
Argensola, Bartolomé Leonardo de, 3
Rimas, 3
Arguijo, Juan de, 62
argüir de, 195
Arias, Diego, 71
Sátiras, 3, 12, 46
barro, 177
Biblia
Deuteronomio, 99
Eclesiastés, 78
Isaías, 71
Jeremías, 99
Salmos, 71
San Mateo, 159
Boscán, Juan
Epístola a don Diego de Mendoza, 15,
126, 150, 162, 182
caer, 92
Calamitas virtus occasio est, 12
Calderón de la Barca, Pedro
El príncipe constante, 71
Caro, Rodrigo
Canción a las ruinas de Itálica, 101
Cervantes, Miguel de, 127
Quijote, 81
Viaje del Parnaso, 81
conceptismo, 66
concepto, 133
concisión, 66
confiar, 30
corte, 3
Creso, 120
cultismo, 96
Epicteto, 135
Ercilla, Alonso de
Araucana, 24
Espinosa, Pedro de, 62
estoicos, 132
eterno retorno, 90
Fabio, 54
frailes, 155
Garcilaso de la Vega, 73
Elegías, 48
gaveta, vil, 179
genios particulares, 201
Góngora, Luis de, 127
Guadix, Diego de, 127
hartura, 95
Herrera, Fernando de, 48, 66, 73, 102
Elegía VI, 102, 105
Sonetos, 118
Canciones, 24
Hispalis, 32
Horacio, 21, 105, 114
Carmina, 36, 105, 126, 127
Epístolas, 6, 41, 45, 60, 126, 132, 144
Sátiras, 39
Huerta, Jerónimo de, 177
humano, 33
ídolo, 57
Juno, 39
latinismos, 29, 127, 177
Lomas Cantoral, Jerónimo de, 92,
192, 205
López de Ayala, Pero
Libro rimado del palacio, 78
Luis de León, fray, 73
Luna, Álvaro de
Libro de las claras e virtuosas mujeres, 81
Manrique, Gómez, 71
Manrique, Jorge, 71, 78
medir, 105
Medrano, Francisco de, 60, 169
Odas, 3, 5, 12, 36, 41, 54, 73, 120
Sonetos, 9, 15, 18, 21, 38, 87
metales, 186
morar, 155
murra, 177
myrra, 177
nido, patrio, 46
notar, 141
Olivares, Conde-Duque de, 54
orbe, 105
Ortega, Felipe, 66
pavón, 39
pece, 38, 39
Petrarca, Francesco, 71
piélago, 102
Plinio, 77
pluvia, 96
Pompeyo, 177
precede, 30
privado, 54, 55
razón, 114
repuesto, 48
retórica, 192
Rioja, Francisco de, 12, 73
Sonetos, 60, 102
Rojas, Fernando de
La Celestina, 78
ruiseñor, 46
Salcedo Coronel, 127
Séneca, 21, 105, 126, 132, 153
De brevitate vitae, 84, 126
De providentia, 12, 24
De tranquillitate animi, 12, 126, 132
Epístolas, 9, 15, 29, 39, 41, 45, 55,
60, 79, 84, 90, 105, 114, 127, 132,
144, 153, 159, 169, 174, 180, 192,
198
simple, 203
supuesto, 139
Teócrito
Idilios, 171
todo pasa, todo acaba, 93
ubi sunt, 66
varón, 5
Vega, Lope de, 30, 127
viajes, 126
186 índice de notas
TABLA
Presentación ix
EPÍSTOLA MORAL A FABIO
Y OTROS ESCRITOS
epístola moral a fabio 1
apéndices
1. «Silva a la toma de Larache» 17
2. Una carta familiar y noticiera 25
ESTUDIO Y ANEXOS
nota editorial 39
andrés fernández de andrada y la
«epístola moral a fabio»
1. Autor y fecha 41
2. Contenido y articulación 57
3. Estilo 70
4. Historia del texto 90
5. La tradición de la «Epístola moral»,
por J.F. Alcina y F. Rico 108
aparato crítico 131
notas complementarias 139
bibliografía 157
índice de notas 185
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